domingo, 22 de septiembre de 2019

111.- Domingo 22 de septiembre, 2019 

LSO

Alrededor de las seis de una tarde lluviosa y fría de septiembre. Me formé en la fila para entra a la sala de conciertos con boleto en mano y con la enorme ilusión de escuchar a una orquesta sinfónica en vivo, por primera vez en mi vida. Puesto que mi presupuesto era limitado, obviamente adquirí la localidad más barata, no numerada, en las últimas filas del tercer nivel. Un par de señoras de edad avanzada formadas justo a mis espaldas, conversaban y comparaban con una tercera (también entrada en años) enfilada delante de mí, los asientos que ocuparían. Dos de ellas tenían tiquete con un costo de £2.5, igual al que yo compré; la tercera poseía una entrada por la que pagó £2.75. Esta última, al ver mi boleto, me propuso intercambiar el suyo por el que yo atesoraba con enorme ilusión, con el fin de poder ellas sentarse juntas. Supuse que el que recibiría debía estar un poco mejor y accedí. Al entrar a la sala de conciertos, me guiaron hacia la sección que me correspondía. Formidable fue mi sorpresa al percatarme que mi nuevo asiento se encontraba en la tercera fila del coro, sentado justo detrás de los músicos, viendo hacia las butacas y balcones de la sala. Mis expectativas habían sido superadas y se incrementaban conforme el público iba ocupando sus localidades; se intensificó aún más, cuando los músicos fueron tomando sus lugares y terminaban de afinar sus instrumentos. No podía cree mi suerte, me encontraba con inefable emoción y embelesado a más no poder, y aún no había iniciado el concierto. 
En el momento que hizo su aparición el director de orquesta, reinó un exiguo silencio que instantáneamente fue sofocado por los aplausos del público. Me impresionó ver al director frente a mí, percatarme que efectivamente dirigía la orquesta, que sus movimientos y gestos eran obedecidos por los músicos. Además, ese hombre que estimé tendría 40 y tantos años, conducía con autoridad y sin partitura frente a él. Aún recuerdo la emoción de apreciar, a escasos metros, una orquesta de música clásica y testificar durante todo el concierto el papel que desempeña el director.
Mi memoria no retuvo el programa ni qué orquesta fue la que nos deleitó; me era irrelevante en ese entonces. Sin embargo, durante 42 años he atesorado dicha vivencia; ha perdurado en mis recuerdos el nombre del director, así como el precio de los boletos de aquel venturoso intercambio, sucedido al final del verano de 1977 en Escocia. De cuando en vez, revivo la eufórica experiencia de Edimburgo, tatuada desde entonces en mi mente y corazón. Hace un par de meses, movido por la curiosidad, realicé una búsqueda cibernética de dicho evento. Afortunadamente, encontré el registro y grabación en vivo de una de las obras interpretadas durante aquella inolvidable noche.
A pesar de que el énfasis de este blog es en música clásica contemporánea, deseo compartir esta reproducción y la narrativa de mi vivencia en Usher Hall frente a Claudio Abbado.

https://www.youtube.com/watch?v=RtoNQm9chQY

Pieza: Sinfonía No. 7
Compositor: Ludwig van Beethoven 
Interpretación: Orquesta Sinfónica de Londres, bajo la batuta de Claudio Abbado (septiembre de 1977)
Beethoven / Sinfonía No. 7 / Abbado / LSO / Edimburgo
Usher Hall, fotografía tomada por mi amigo Héctor Velázquez Fernández durante el verano del 2019. Héctor es un extraordinario filósofo, académico e investigador, recién contratado por la Universidad Mayor, para dirigir su nuevo Centro de Investigación sobre Sociedad Tecnológica y Futuro  Humano, en Chile.
¡Enhorabuena!  

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